Puente situado al oeste de la ciudad, existía ya a mediados del siglo XIV, sustituyendo a otro de barcas ubicado en sus inmediaciones.
Destruido en la guerra fratricida entre Pedro I y Enrique II, fue reedificado por orden del obispo Pedro Tenorio. Es de cinco arcos apuntados sobre robustos pilares y cuenta con dos torreones hexagonales en sus extremos. La entrada a la ciudad está presidida por un gran escudo imperial con sus correspondientes reyes sedentes.
El torreón interior está muy desfigurado por añadidos y reformas posteriores, bajo el reinado de Carlos II, mientras que el exterior guarda sus bóvedas nervadas y arcos ojivales y de herradura.
Fue declarado Monumento Nacional en 1921.